viernes, 8 de agosto de 2014

El teatro

El teatro no es solo un arte, es una forma de vida.


Ser actor, soñar con ser actor, vivir del teatro… Son metas que solo se ha propuesto alguna vez aquel que ha sentido el placer de subirse a un escenario y se ha embriagado con los aplausos del público.


El teatro es un sentimiento, un estado de ánimo que aquella persona ajena a él jamás podrá sentir ni imaginar. El teatro no es solo subirse a unas tablas y recitar de memoria unas frases, es mucho más que eso. El teatro son los nervios antes de una obra; es el apoyo que recibes del grupo y la sensación de unidad que se respira en el ambiente; es sentir la descarga de adrenalina al entrar en escena en tu primera aparición en la obra; es memorizar un texto y unos movimientos durante meses para finalmente crear una representación de la que te sientas orgulloso; es sentir el riesgo de representar un discurso que sale de tus labios por arte de magia, pues si piensas en otra cosa que no sea el momento presente en escena perderás el hilo de ese hechizo y volverás a la realidad…


El teatro es ese vocablo que cuando lo oyes giras la cabeza rápidamente para ver quien lo ha pronunciado, es esa palabra que oír hablar de ella genera en ti una sensación de bienestar y es esa palabra que a pesar de ser solo seis letras para muchos representa toda su vida.


El teatro es sinónimo de esfuerzo y constancia, de sueños y alegrías, de superación y autoestima.


El teatro es todo eso y mucho más, pues cada persona lo percibe de diferente manera y al mismo tiempo hay una conciencia común de los que se sienten actores.


El teatro es la magia de la vida.

jueves, 7 de agosto de 2014

De festivales

Los festivales son micro universos en miniatura; con sus playas, montes, neveras, gafas de sol, gorras, sombreros de paja, bocadillos, comida en lata, pulseras… Todos elementos icónicos incomparables que te permiten distinguirlos unos de otros.



Son lugares únicos en los que la vida se desarrolla a su propio ritmo. Amistades, experiencias, horas al sol, líos y amores de verano. Tienen la capacidad de concentrar en una semana lo que en condiciones normales necesita de meses, como si de un catalizador se tratase.



Vives a tope durante días, tirado en cualquier parte, sin saber qué momento de la semana es y con la certeza de que los horarios los marcan los conciertos y el estómago.


Llega la noche y cambia el ambiente. Gente vestida de verano, peinada, abandona los lugares de relax y emigra en manada hacia los lugares de marcha y conciertos, donde la música marca los compases de la noche y los DJs reviven a la peña para que la fiesta no pare.



El peor momento de la semana es cuando se acaba y cada uno tiene que volver a su casa y a su rutina, sabiendo que las promesas de volver a veros quedarán en simples palabras, pero consciente de que las amistades y aventuras vividas permanecerán grabadas a fuego en el corazón sin que el tiempo pueda borrarlas.



Porque los festivales son micro universos en miniatura que dan sentido al verano.