El teatro no es solo un arte, es
una forma de vida.
Ser actor, soñar con ser actor,
vivir del teatro… Son metas que solo se ha propuesto alguna vez aquel que ha
sentido el placer de subirse a un escenario y se ha embriagado con los aplausos
del público.
El teatro es un sentimiento, un
estado de ánimo que aquella persona ajena a él jamás podrá sentir ni imaginar.
El teatro no es solo subirse a unas tablas y recitar de memoria unas frases, es
mucho más que eso. El teatro son los nervios antes de una obra; es el apoyo que
recibes del grupo y la sensación de unidad que se respira en el ambiente; es
sentir la descarga de adrenalina al entrar en escena en tu primera aparición en
la obra; es memorizar un texto y unos movimientos durante meses para finalmente
crear una representación de la que te sientas orgulloso; es sentir el riesgo de
representar un discurso que sale de tus labios por arte de magia, pues si
piensas en otra cosa que no sea el momento presente en escena perderás el hilo
de ese hechizo y volverás a la realidad…
El teatro es ese vocablo que
cuando lo oyes giras la cabeza rápidamente para ver quien lo ha pronunciado, es
esa palabra que oír hablar de ella genera en ti una sensación de bienestar y es
esa palabra que a pesar de ser solo seis letras para muchos representa toda su
vida.
El teatro es sinónimo de esfuerzo
y constancia, de sueños y alegrías, de superación y autoestima.
El teatro es todo eso y mucho más, pues cada persona lo percibe de diferente manera y al mismo tiempo hay una conciencia común de los que se sienten actores.
El teatro es todo eso y mucho más, pues cada persona lo percibe de diferente manera y al mismo tiempo hay una conciencia común de los que se sienten actores.
El teatro es la magia de la vida.