Nadie nota que cambia con el tiempo, necesitas perspectiva para apreciar quien eras y quien eres ahora.
La gente cambia, madura, crece, pierde miedos, teme otras cosas, mueren sueños y la realidad se recrudece ante tus propios ojos.
Los amigos se van, unos aparecen a veces y otros no vuelven jamás. Son cosas que hay que asumir, igual que ya no eres aquel niño inocente que jugaba en el colegio y se sorprendía ante un mundo en proceso de descubrimientos.
Los amores dejan marca, se cobran sus heridas y el pobre corazón no puede hacer otra cosa que generar capas a su alrededor para que las próximas heridas sean menos profundas, con la esperanza de que algún día los cortes dejen de doler.
Dejas de relacionarte con tanta gente, para pasar a pensar solo en ti mismo y en un grupo cercano. Te vuelves insensible, un monstruo dicen, pero tu sabes que es para no sufrir más.
Los vínculos están sobre-valorados y no dejan de ser un lastre en el día a día,estrechándose a tu alrededor, asfixiándote, robándote la oportunidad de ser feliz siendo libre.
Nadie nota el paso del tiempo, nadie nota que cambia, pero es ahora cuando miras atrás y descubres que no eres la persona que soñabas con ser y que jamás volverás a ser la persona que eras.
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