Soñar: una palabra tan sencilla
como importante, sin duda una de las palabras más imprescindibles de mi
diccionario personal.
Cinco letras que juntas se convierten
en un sonido por el que han luchado durante miles de años los hombres. Dos
sílabas que han mantenido las llamas de los corazones de los seres humanos a lo
largo de la historia.
Un hombre que no sueña es un
hombre sin corazón. Una persona sin corazón es una sombra de lo que fue, es una
figura inerte que deambula sin rumbo por este mundo. Porque el que no sabe a donde
va, no quiere nada en la vida.
Soñar supone arriesgarse a
fracasar, pero no correr este riesgo supone no sentir la ilusión de soñar.
Equivale a vivir sin un motivo, a contar los días sin ningún interés y ninguna
quimera.
La gente no quiere que sueñes
para que no te hagas daño, por eso para ellos palabras como quimera y utopía
son conceptos imposibles; dicen que madurar supone aceptar que los sueños no se
cumplen. Yo creo que madurar supone aprender y aceptar que hay que luchar duro
para que un sueño se cumpla, pero las historias con final feliz existen.
Existen porque hay todavía alguien que sueña por la humanidad, siempre, en
algún rincón del planeta; siempre hay un ser humano soñando para que los demás
no olviden que es imprescindible.
Sueña, sueña para ser feliz, no
temas a sufrir, sueña para mantener vivo el corazón y tener siempre una
ilusión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario